La reforma laboral por Enrique Pérez
La reforma laboral parece ya una cosa del pasado, del año 2012, año en el que se aprobó la última. Sus efectos, sin embargo, no pueden ser más actuales, imprimiendo su carácter en cada despido, en cada negociación colectiva.
Es una historia de perdedores y de ganadores.
Nació en 2010 bajo el gobierno socialista que comenzó con la regresión de los
derechos laborales. A muchos de nosotros (asalariados, trabajadores, etc.) no
nos gustó y por eso votamos en masa al Partido Popular. La traición fue en
aumento: pues, a pesar de que este partido prometiese más y mejor empleo,
finalmente apuntaló el despido barato y el empleo precario. Nos enteramos hace
poco que esta reforma liderada por Fátima Báñez sorprendió gratamente a los
grandes empresarios, lo ganadores, porque se aprobó una ley que iba mucho más
allá de lo que ellos tenían en mente, una vuelta de tuerca más al trabajador.
Muchos han sido los cambios introducidos por
este gobierno: indemnización de 33 días por año trabajado, contratos
indefinidos con periodo prueba, equipara las ETTs con los servicios públicos de
empleo, desregulariza de la jornada parcial, facilita a los empresarios
descolgarse de lo acordado en los convenios colectivos, se facilitan los
despidos colectivos, etc.
Estas son palabras y conceptos que nos suenan
ajenos en muchas ocasiones. Pero, ¿a todos? No, a todos no. Almudena trabaja en
una heladería de lunes a domingo durante los meses de verano para poder pagarse
el resto del año. En su contrato no pone eso. Cotiza cuatro horas al día pero
trabaja más. Seamos justos: algunas horas extras sí que se las pagan. Cuando
llega a casa le duelen los pies y está cansada de trabajar sin descanso. Quiere
conseguir algo mejor pero de momento esto es mejor que nada.
Julia está fija en una empresa, tiene una
posición estable y está contenta por ello. En el último año despidieron a
cuatro compañeros y al resto les cambiaron el convenio laboral. Tiene una hija
de 2 años. Desde que le modificaron el horario regular del convenio a otro que
se estable según la demanda de cada semana, no sabe como planificar la semana
para que la niña no pase todo el día en la guardería. Lo ha hablado con sus
compañeros pero nadie quiere moverse porque podría pasarles lo mismo que a los
que despidieron.
Alonso trabajaba para una compañía de
telefonía pero le despidieron. Al cabo de los meses lo contrataron en otra. El
trabajo era el mismo, también la empresa para la que hacía sus servicios
subcontratados. El salario y las condiciones sí que habían cambiando.
Estas historias son las que existen detrás de
las reformas laborales. Estas historias ya no nos suenan tan lejanas. Son las
historias de los perdedores, la de un familiar, la de tu vecina, la de los que
se avergüenzan tanto que mejor no te la cuentan o la nuestra propia. Nos
dijeron que para crecer había que ganar en competitividad. Lo que no nos
contaron era que la competitividad la iban a ganar a nuestra costa. A costa de
bajar los salarios, de destruir convenios, de dolores de pies y de cabeza. Para
así ellos ganar en beneficios.
Es una historia de perdedores y de ganadores.
Nosotros hemos perdido pero no nos resignaremos. Por eso apoyaremos a nuestros
compañeros en cualquier conflicto laboral. En Izquierda Unida hemos trazado un
plan de acción. Buscamos no sólo estar en el conflicto sino también serlo.
Para que no pierdan más siempre los mismos.
Para que no sigamos perdiendo.
Este es un texto completo y posteriormente reducido
para incluirlo en el Comunica de diciembre de 2016,
desde aquí nuestro agradecimiento a nuestro compañero
Enrique por su compromiso.