Repasemos los conceptos
participación ciudadana, movimiento o asociacionismo vecinal,
democracia representativa y democracia participativa. Es interesante
y necesario.
Lo que tenemos y
padecemos es una democracia representativa. Así está recogido en la
Constitución y a este principio elemental nos remiten los
gobernantes de cualquier administración en el debate político. Dos
más dos, cuatro. Cada cuatro años, votamos y elegimos a unos
representantes. Todo ello, haciendo uso de nuestros derechos y
deberes, con derroches en campañas electorales (amañadas con
sobres) y practicando las libertades de reunión, expresión,
manifestación, etc… Llegamos a creernos casi todo lo que nos
prometen y venden y lo confirmamos cerrando el contrato emitiendo un
tímido voto; otros, no compran nada o no votan, pero eso sí,
siempre serán libres para sufrir las consecuencias de leyes
aprobadas en las Cortes, los decretos del Consejo de Ministros y
hasta para quejarse por las calles; la tranquilidad para los
gobernantes es que todo queda en una pataleta.
Este es el modelo de
farsa y falsa democracia que nos dieron y nos dimos. Vivimos en ese
engaño y poco hacemos por cambiarlo. Algunos –pocos o muchos-
estamos ahí, imperturbables y más o menos firmes (según te coja el
día), muchas veces confusos por el devenir diario y sus avatares,
pero otros están muy perdidos porque aún están buscando fórmulas
y estrategias, porque aún necesitan más experimentos dado que las
herramientas con las que contamos no les valen. Como alquimistas
están buscando la fórmula de cómo fabricar oro, una quimera.
Mientras, las multinacionales siguen perfeccionando su sistema de
controlar la economía, manejando al poder político –y
entremetiéndolo en sus estructuras- que es el que configura la
composición vertical de los organismos internacionales que
concentran las decisiones en los mercados, las bolsas, las
inversiones en qué sectores, en qué lugares del planeta, las
deslocalizaciones, las tasas e impuestos, los intereses, el euríbor
y toda la trama financiera puñetera. Ellos están perfeccionando sus
modos y herramientas. ¿NO podemos hacer lo mismo? Mejorar,
perfeccionar lo existente, sin desechar lo válido, lo útil, lo que
está aguantando y progresando, aunque lentamente.
A primera vista, la
Constitución recoge fórmulas para la participación ciudadana: el
asociacionismo, el referéndum, la iniciativa legislativa popular
(I.L.P. nombre rimbombante) etc… ¿En qué se quedan estas figuras?
Vamos por parte:
El asociacionismo
político y sindical, muy mal visto y parado hoy, es el que perdura,
sin embargo. Está resultando ser el tejido, deshilachado, que
vertebra parcialmente a la nación, aunque comprobándose que es
débil –bajo porcentaje de afiliación-, está encorsetado por un
hilo duro –el rígido aparato de las cúpulas- y alejado de la
ciudadanía y sus necesidades. Tiene muchos defectos y vicios –no
vamos a enumerarlos- pero, son a la postre, unas herramientas
accesibles para transformar este sistema capitalista. El otrora
asociacionismo vecinal decayó. No es lo que era. Hoy, el 15-M es un
movimiento, no está organizado. Va a menos… Están las “mareas”,
les falta articulación transversal. Ese es el panorama, nos guste o
no.
El referéndum o someter
a la consulta popular una decisión. En 35 años sólo hemos tenido
tres citas: por la reforma política (transición, sin ruptura, a la
democracia); el segundo, por el modelo de acceso a la autonomía para
Andalucía, y el tercero, uno de los timos del PSOE, el de entrar o
no en la OTAN. Balance muy pobre para tantos años democráticos.
Otra forma: la I.L.P. o
iniciativa legislativa popular. SE trata de recoger medio millón de
firmas, que hay que cotejar, para lograr presentar una propuesta al
Pleno del Congreso. Allí, el partido en el gobierno, se encarga de
tumbarla. O sea, un paripé, un caramelo con un envoltorio atractivo,
pero amargo. Si apuramos, hasta contamos con el Defensor del Pueblo,
efectista figura, pero de dudosa eficacia o rentabilidad. No es un
órgano de control, no decide; ni vincula decisiones del gobierno. Es
un consuelo o asidero, cuando alguna instancia no nos escucha. O sea,
un confesor que nos atiende, pero que del tirón de orejas al
responsable del gobierno no pasa. Elabora su memoria y seguro que
habrá corregido algún error, pero no los crónicos defectos y
vicios de una administración pesada e insensible ni las negativas
actitudes de unos administradores altaneros.
La democracia por la que
apostamos en la participativa; la que abre los cauces y ofrece los
instrumentos a la participación vecinal, dando voz y voto, a una
ciudadanía organizada bajo siglas que representan a sectores
diversos (partidos, asociaciones de vecinos, de consumidores,
culturales, deportivas, laborales-sindicatos…) imbricadas o no en
movimientos socio-políticos, siempre dentro de un marco o estructura
orgánica que siempre aporta consistencia y dinámica democrática,
transparencia y más o menos fortaleza y continuidad en la lucha,
según la disciplina de sus militantes.
El panorama es complejo:
-la participación
ciudadana viene siendo recortada desde los orígenes democráticos.
-el movimiento asociativo
vecinal por barrios fue fuerte, estaba bien organizado. Fue caldo de
cultivo para la formación política de ciudadanos activos y
comprometidos. También fue trampolín para arribar a parcelas de
poder municipal. Estuvo descansando en militantes políticos,
sindicales y religiosos que luchaban por conquistas parciales y otros
objetivos universales de clase: libertades, derechos, laborales, etc…
-Hoy el asociacionismo
vecinal está quedando para determinados logros y necesidades
específicas del barrio, talleres de ocio y otras actividades
culturales o festivas. La lucha y participación ciudadana se está
diversificando por sectores y en función de objetivos
coyunturales-temporales, no por revolucionar los ejes estructurales
del sistema neoliberal. No se habla, se pasa de largo, de socialismo
frente a capitalismo; tampoco de planificación económica, control
del gasto público –que no recorte- frente a las directrices del
mercado y la Troika del Fondo Monetario, Banco Central Europeo y
otras mafias. Ni se menciona nacionalizar los recursos energéticos,
construir una banca pública; no se cuestiona los bloques militares
ni la carrera de armamentos en defensa de una educación en la
no-violencia hacia sociedad tolerante y pacifista; no se apuesta
decididamente por el ecologismo y las energías renovables frente a
un desarrollismo consumista y un urbanismo depredador, etc … Hoy,
los discursos políticos además de ser mediocres, están llenos de
eufemismos. Lo que mola es lo políticamente correcto. En una
democracia, si de verdad se precia, no debe haber palabras ni ideas
tabús. Si la monarquía es un modelo obsoleto, que falta a la misma
Constitución, y los que la ostentan son impresentables, sólo queda
reprobarla con todas las de la ley, sin temor alguno. ¿Y eso cómo
se cóme? Un referéndum.
15-M.-La
participación-lucha ciudadana se expresó en un movimiento
no-violento y asambleario que alteró la conformista atmósfera
social del momento. Cuestionaba los desmanes y descaros enquistados
en la acción política desde cualquier instancia. Criticaba con
ingenio y rotundidad, apuntaba directo, se manifestaba púbica y
valerosamente; llegó a extenderse por toda la geografía. Rechazaba
constituirse en una formación socio-política o r g a n i z a d a.
Sentía el temor de reproducir los mismos errores que en las otras
criticaba. Esa falta de esperanza en crear un órgano-partido
político revolucionario, de nuevo cuño, modelo y ejemplo para el
resto, que aglutinara a células –todas de libre configuración,
grupos locales independientes- y posibilitara un movimiento-coalición
unida y articulada orgánicamente bajo una misma denominación, ha
sido el punto débil, el talón de Aquiles, su flaqueza. Hoy sólo
quedan testimonios fugaces, un rescoldo. En Rota, el Bloque, buen
fruto de aquella semilla. Al 15-M le ha faltado confianza interior y
valor responsable para construir una nueva sigla y mantenerse
coherentes y fuertes dentro de ella, sin cometer los pecados-las
malas y corruptas prácticas políticas- que del resto rechaza y
abomina.
Hoy, frente al PP y los
recortes y la corrupción instalada en el seno de partidos que nos
han y están gobernando, salen a la calle las mareas, cada una con su
color y estribillo, pero ninguna raja del capitalismo; muy al
contrario, tapándose la nariz, votan a Rajoy o pasan de votar, los
más progres, que dicen que ya son casi el 50 % de los electores. Así
nos va con la alternativa global del movimiento vecinal para la
participación ciudadana de agrupaciones independientes locales,
progresistas y asamblearias. Continuará.
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